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[4.5.12] 
Se iban rezagando aquellos de entre los soldados que habían sufrido en los ojos 
los efectos de la nieve y los que por el frío tenían gangrenados los dedos de 
los pies. [4.5.13] Para los ojos era un remedio el marchar poniéndose algo negro 
ante los ojos, 
para los pies, el moverse y no quedarse nunca quieto y descalzarse para pasar la 
noche. [4.5.14] Y a los que dormían calzados se les metían en los pies las 
correas y las sandalias se les pegaban, 
congeladas. Y es que había, una vez que empezó a escasear el calzado de antes, 
sandalias hechas con la piel de los bueyes recién desollados. 
Jenofonte 
Anábasis  IV, 5, 12-14 
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